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La crisis de la Universidad de Zaragoza

La crisis de la Universidad de Zaragoza

La incompetencia de nuestras autoridades académicas y autonómicas en la gestión de la vida universitaria se pone de manifiesto hoy en la prensa diaria al denunciar la falta de profesorado en las aulas de la universidad aragonesa. Las causas, según refieren los encargados de la universidad ("Hacemos un gran esfuerzo y hemos adelantado la contratación de profesores para salvar los problemas, aunque en algunas ocasiones resulta inevitable" , en palabras del vicerrector de Profesorado de la Universidad de Zaragoza) se deben a problemas burocráticos y a la falta de profesores que quieran desplazarse a los campus oscense y turolense. Todo ello a pesar de que la plantilla de la institución ha crecido un 50 % en la última década y la cifra de estudiantes ha caído un 31 % en el mismo periodo de tiempo. El resultado es claro:  clases que se quedan sin impartir y materia que no  llega a los estudiantes, lo que incide negativamente en su formación.

Teruel es la provincia más afectada seguida de Huesca y Zaragoza. Los profesores que faltan a su puesto de trabajo  por bajas laborales o por permisos no son sustituidos y esas clases nunca se recuperan. Las plantillas, cortas desde hace años,  no dan de sí para impartir clase a los alumnos. Si a esto unimos el creciente número  de titulaciones de nuestra universidad, sumida en una carrera enloquecida por alcanzar a comunidades autónomas con más recursos y más población, es fácil que las cuentas no salgan  (no olvidemos que nuestra universidad arrastra un deficit importante y esta obligada a acudir a prestamos de instituciones financieras).

No me extraña pues que la Universidad de  Zaragoza perdiera su titulo de excelencia internacional a la vista de los problemas que acarrea aunque, según el actual rector de la institución, la pérdida de la excelencia se debió al informe presentado al Ministerio de Educación y no a la calidad de la formación universitaria.

En mi opinión, más bien hay que pensar en el escaso peso específico que nuestra comunidad tiene en las decisiones que se toman en Madrid, en la creciente falta de recursos económicos  y en la ineficacia de nuestros dirigentes autonómicos preocupados  sobre todo de su carrera política. La motivación y la calidad de la enseñanza superior no se consigue dividiendo facultades y escuelas por el territorio sino en hacer centros en donde se concentre el saber y el quehacer de nuestros docentes dotados de los recursos a los que son merecedores. Aún así nada que decir de numerosos profesores e investigadores aragoneses que amantes de su tierra y de su universidad persisten en sus trabajos bajo condiciones manifiestamente mejorables. Otros, cansados y hastiados, buscan mejores condiciones en otros lugares.

La Universidad de Zaragoza presente desde el siglo XV aunque “de iure” no lo fue hasta el siglo XVI  y fruto de la antiquísima “Escuela de Zaragoza” no merece el puesto que ocupa ni sus actuales dirigentes académicos y políticos.

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