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elvigíadelcampanario

Guerra de Lenguas

Guerra de Lenguas

Para cualquier persona interesada en las lenguas  que hablan sus congeneres, la región de la costa nordeste de Papua Nueva Guinea puede parecerle una tienda bien surtida. Los hablantes Korak viven justo al lado de los hablantes Brem, que están justo en la costa de los hablantes Wanambre, y así sucesivamente. A cualquiera de estos sujetos que se le pregunte si es cierto que se habla una lengua distinta cada pocos kilómetros. "Oh, no", replicó, "están mucho más juntas que eso."

Pues bien, tengo la impresión de que en Aragón los políticos no están a la altura, y no es, desgraciadamente, una sensación nueva. Se repite concierta frecuencia.

La prueba de ello, el asunto que nos ocupa.

Discutir en sede parlamentaria, costándonos tiempo y dinero a todos los aragoneses, un asunto que el tiempo ha dejado en el lugar que debe estar me parece poco racional.

Salvando las distancia, y permitáseme la expresión, es como poner "puertas al campo". Hablar por hablar, justificar algo que el sentido común dicta sin necesidad de ponerlo "negro sobre blanco". Así ha sido y debería seguir siendo.

Los políticos intentan justificar su puesto y "los dineros" que cobran, incluyendo dietas, dedicándose a discutir sobre "el sexo de los ángeles".

Toda la vida se ha hablado Maellano, en Maella y Fragatino, en Fraga, castellano en Caspe y catalán en Lérida. Y no ha pasado nada. Afortunadamente tenemos algo común que nos permite entendernos pues "no estamos tan lejos".

La nueva ley de Lenguas aprobada en el parlamento aragonés ha sido ridiculizada en todo el mundo con los acrónimos empleados para definir al aragonés (lapapyp) y el catalán de Aragón (lapao). No imagino a los componentes de las Cortes Aragonesas del Medioevo discutir sobre estas cuestiones cuando se jugaban la vida contra los sarracenos.

Desde aquí mi propuesta: Si se trata de formar a una población dispuesta a darse palos por estos temas posiblemente haya que volver a la añorada lengua ibera, la que esta presente en el bronce de Botorrita. En aquellos tiempos los habitantes de estas tierras no conocian otra y, supongo, que no se encontrará con los problemas que el castellano tiene en la actualidad.

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