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elvigíadelcampanario

No debemos caer en la desesperación

No debemos caer en la desesperación

Hoy en día quién no esta preocupado, a quién no le preocupa el futuro, el propio y el de sus familiares, también el de los amigos.

La preocupacaión ha pasado a ser compañera diaria de todos nosotros.

El paro, la enfermedad, los recortes de los servicios básicos nos golpean día a día, cual martillo sobre yunque y, en algunas personas, brota la desesperación.

En España se observan colas cada día más largas en los comedores sociales, se abandonan estudios universitarios, se inetrrumpen tratamientos médicos  y, todo ello, crea preocupación, preocupación personal y social.

Los periódicos nos recuerdan día a día la crueldad de la sociedad que hemos creado. Personas  con una aperente normalidad trascienden sus problemas y llegan a nosotros. Las circunstancias actuales hacen más fácil que las preocupaciones sean más visbles, más palpables. Y al observador, al que es testigo de ello, le es díficl adoptar una actitud indolente ante el semejante. La mayoría de las veces surge la necesidad de ayudar, la ayuda solidaria, que amortigua el dolor del sufriente y el bienestar interior del que ayuda.

Aún así, y es lo más frecuente, las personas se contienen, viven su preocupación con los suyos, con los más cercanos... y se apoyan, psicológicamente y fisicamente, en ellos. El apoyo moral y físico que reciben les ayuda a soportar situaciones que rayan lo tolerable. No pierden la esperanza. No desesperan.

Hoy, una noticia en la prensa me ha hecho reflexionar. El hombre es frágil, tan frágil que puede llegar a romperse, y me ha preocupado. Esa preocupación me ha llevado a escribir sobre esa sensación vivida. De alguna manera la melancolía se ha apoderado de mi.

Al final he querido lanzar un mensaje que considero fundamental: Preocupación si, desesperación nunca.

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