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El intercambio de cromos

El intercambio de cromos

El intercambio de cromos en el que se ha convertido la política española en los últimos tiempos ha devaluado el interés de la ciudadania por sus políticos. La falta de un lider que aglutine a unos y a otros hace que la inexistente negociación para gobernar se haya convertido en un "quítate  que me pongo yo". Los españoles asistimos a un deplorable espectáculo en el que los insultos y los menosprecios no faltan, convirtiendo en la, en otros tiempos, respetable lucha política en una bochornosa acción en la que, en algún que otro y significado caso, se observa un narcisista y egoista deseo de poder. Falta respeto y sin él se pierde la razón

Tras los momentos electorales vividos este año y los resultados obtenidos, con un desglose partidista que ha hecho desaperecer el bipartidismo, los políticos no han sabido o no han querido llegar a acuerdos  y, por tanto, nos encontramos en una situación de inactividad gubernamental que llama poderosamente la atención y lasta el desarrollo de nuestro país. 

Es mucho el dinero que estos procesos cuestan al erario pero no parece importar a quién es el responsable último de dicho gasto, más aún cuando observamos, de forma continuada, la utilización de recursos por parte de la misma persona.

El intercambio de cromos observado, dispensado de claridad y transparencia, es un juego que resulta obsceno para el que ha votado y espera el resultado de unos pactos que no llegan por no querer, y no por una verdadera y no iniciada negociación. Priman los intereses partidistas y no el bien común y eso deberia pasar factura a todos los que, sometidos a las urnas y surgidos de ellas, estaban llamdos a representarnos. 

Hoy más que nunca, y como decía Mugica Herzog "la democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas  y la existencia de medios para resolverlos".

El futuro de nuestro país se muestra incierto. La forma de hacer política ha cambiado, se mezclan papeles, no se reconoce de facto el papel del Rey y mantienen inmerso al ciudadano en un estupor del que costara salir. Lejos queda la transición cuando el pacto era el diario quehacer de los políticos.

La Constitución de 1978 recibió el apodo de «la pactada» porque, a diferencia de las anteriores, no fue impuesta por unos españoles a otros, sino fruto del compromiso entre vencedores y vencidos de la guerra civil de pasar página y tolerarse mutuamente. Con lo que dimos una lección al mundo de transición de dictadura a democracia sin derramamiento de sangre. ABC, 2008

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